Desde el 2007, en la Plaza de la Catedral, en el casco histórico de la Habana, existe una escultura de bronce del gran bailarín español. Y, ¿por qué no?, del revolucionario cubano.
“Querido Comandante en Jefe y querido ministro, nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para donde, cómo y cuándo, siempre estar a sus órdenes”.
El bailarín falleció en Madrid, el 20 de julio del 2004, con solo 67 años. Sólo su última esposa y sus hijas lo vieron muerto. Para sorpresa general, como lo había pedido, al crematorio solo pudieron asistir miembros del cuerpo diplomático de la embajada de Cuba.
Más insólito: el día 22 las cenizas partieron a La Habana.
Había sido su voluntad.
Aunque fue una sorpresa para las multitudes que lo admiraron, en esta frase que dijera a un periodista en La Habana, navidades del 2003, todo se puede comprender: “Cuba no es una simple aventura. Es el puerto de mi vida”.
Gades había llegado a Cuba por primera vez en 1975. Acababa de disolver su compañía a manera de protesta ante los fusilamientos del franquismo en septiembre de 1975. Por ello también había decidido dejar el baile. Fue Alfredo Guevara, fundador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, quien lo invitara. Como lo expresara, estar en esta isla revolucionaria había sido “su máxima aspiración durante muchos años”. Sintiéndose ahí como lo que era: “el hijo de un combatiente del Ejercito Republicano que ve realizado el sueño de su padre”. Desde entonces sus estadías fueron frecuentes.
En varias ocasiones reconoció que su pasión por la revolución cubana comenzó casi desde 1959, cuando Fidel Castro y sus barbudos tomaron el poder. Guardó en su memoria lo que le diría su padre: “Si tan mal le sienta a Estados Unidos que hayan ganado, ésa es gente de fiar“.
La reconocida bailarina y coreógrafa cubana, Alicia Alonso, lo convenció de continuar bailando, después de casi cinco años sin hacerlo. Con ella y su ballet participó en numerosos proyectos y giras. Las primeras presentaciones del Ballet Nacional de España fueron en Cuba: “No es algo accidental que comience por aquí, sino porque siento un amor especial por Cuba”, aseguró.
En 1982, Fidel Castro y Alicia Alonso fueran los padrinos de su boda con Marisol, cuando la pareja ya tenía tres hijas.
Su último gran éxito, «Fuenteovejuna», lo concibió, realizó y estrenó en la isla. Fue a principios de los noventa, cuando nadie apostaba nada por la supervivencia de la revolución cubana, ante el aislamiento en que había quedado por el derrumbe del campo socialista europeo: “Fuenteovejuna es una lección de solidaridad. Igual que Cuba“, dijo.
En 1996 visitó a los soldados apostados en la frontera con la base naval que ocupa ilegalmente Estados Unidos en Guantánamo. Con ellos no solo compartió la poca y modesta comida que había, pues la terrible crisis económica persistía, sino que realizó un improvisado baile. El y sus bailarines respondieron al canto y palmas de los soldados, mientras el ardiente pavimento servía de tablado.
El 5 de junio del 2004 recibió del presidente Fidel Castro la máxima condecoración que concede el Consejo de Estado, la Orden José Martí. Fue en reconocimiento a sus “aportes a la cultura universal”, y por su “amistad y fidelidad inquebrantables hacia el pueblo y la revolución cubana“.
El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque, recordó durante la sencilla e íntima ceremonia, cómo en esos terribles años de los noventa , “cuando parecía que la Revolución Cubana no podía sortear los enormes peligros que se levantaban ante ella, [Gades] estuvo dispuesto a poner junto a nosotros no sólo sus ahorros, no sólo su disposición de hablar y defender a Cuba en cada tribuna en que le fue posible, sino incluso su propia vida”.
El canciller dijo que la orden impuesta era sobre todo “el reconocimiento al irreductible comunista, al revolucionario que no ha perdido nunca la ilusión de un mundo mejor y no ha dejado de luchar por él”. Revelando lo que muy pocos sabían: Gades era militante del Partido Comunista de Cuba desde muchos años atrás: “ uno de sus militantes de filas que prestigia a nuestro partido, como una vez hiciera el Che Guevara” .
A Gades lo acompañaban unos pocos de sus más cercanos familiares. En la ceremonia estuvieron sus amigos cubanos más íntimos, como el entonces ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, y el del Interior, Abelardo Colomé.
Gades se dirigió a Fidel y Raúl: “Querido Comandante en Jefe y querido ministro, nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para donde, cómo y cuándo, siempre estar a sus órdenes”.
El “compañero Antonio Gades”, también expresó: “Soy yo el que tiene que dar las gracias a vuestra revolución, que sabéis que es la mía. La revolución me ha confirmado que mis ideales revolucionarios no eran equivocados ni obedecían a una epidemia de juvenil romanticismo, como algunos pretendían hacerme creer”.
Entonces no fue un azar que sus cenizas llegaran a Cuba. Además, en su última voluntad, escrita el 14 de julio del 2004 desde su lecho de muerte y en una hoja timbrada del hospital, le dijo a Raúl Castro:
“Quiero decirle que mi mujer Eugenia y mis hijas María, Tamara y Celia, según mi última voluntad le entregarán mis cenizas. Haga con ellas lo que usted crea conveniente. Jamás pensé tener el honor de llegar a ser su Compadre, pero desde que le conocí siempre estuvo dentro de mí por su firmeza, su ejemplo de verdadero comunista y su fidelidad a nuestro Comandante. Quiero que sepa que lo único que siento es no haber hecho más por la Revolución (…)”.
La urna con las cenizas permaneció custodiada por una guardia de honor en uno de los salones del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En marzo 2005 fue trasladada hasta el mausoleo en la cordillera de la Sierra Maestra, en el oriente de Cuba, cuna de la revolución. Ahí, donde están enterrados los guerrilleros que combatieron junto a Raúl Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista. Fue el propio Raúl quien depositó la urna en el monumento. A Gades se le rindieron honores militares dignos de un combatiente de alta graduación: se dispararon tres salvas de fusiles y después se entonó La Internacional.
Una de sus hijas recordó el rostro de su padre cuando, ya próximo a morir en el hospital, supo que sus restos descansarían junto a los guerrilleros de su Compadre Raúl: “Lo vi feliz. Estaba orgulloso, para él era un honor, pues Cuba era su referente“.
Unos pocos se atrevieron a preguntarle a Gades qué había hecho tras telones por la revolución cubana. Dicen que siempre sonreía y le brillaban los ojos.