París, 25 de marzo de 2018.
Domingo de Ramos.
Querida Ofelia:
A primera luz del Alba del martes 27 de febrero, nos adentramos en el Golfo de Mannar, viendo en el horizonte la costa de Sri Lanka (Ceylán), donde se encuentra Colombo. Alrededor de las 6 a.m. embarcó el práctico que asistió las maniobras de amarre al puerto, al cual llegamos a las 7 a.m. Teníamos una temperatura de +26°c y el mar en calma.
Colombo, antes conocido como “Kolam”, cambió su nombre después de la colonización portuguesa, al quererse honrar a Cristóbal Colón. Colombo es una ciudad que reúne a varias etnias y religiones, que han hecho de ella una ciudad multicultural. El cingalés étnico, con numerosos templos budistas, o los tamiles, con sus templos hindúes (kovils), son solo un ejemplo de ello. También encontramos rasgos de la cultura occidental: por ejemplo, la sala de recepción del gobernador holandés, transformada en 1804 en la Iglesia de San Pedro. En Colombo hay una pequeña comunidad musulmana. El barrio de Pettah, es un gran bazar. En esta ciudad cada intersección, o cualquier camino, ha desarrollado su propia característica: por ejemplo, “See street” es zona de orfebres, en “Prince Street” se venden ventanas y espejos, y en “Malwatte Avenue” se venden cassettes, CD y discos de vinilo de música local e inglesa.
La moneda local es la Rupia de Sri Lanka, 1 euro = 181,33 rupías.
Para bajar al muelle era necesario llevar la tarjeta Costa y la fotocopia del pasaporte. La visa cuesta solo cuatro dólares y las pusieron en los pasaportes a bordo.
En el muelle nos recibió un grupo de hermosas bailarinas y de músicos vestidos con los trajes tradicionales.
Hicimos una bella excursión de seis horas de duración con un excelente guía que explicaba en francés, mientras que una amabilísima chica de La Oficina de Turismo de Costa nos traducía al francés.
La primera impresión es la de una ciudad limpia con numerosos rascacielos en construcción. Te sientes en seguridad, nadie te molesta. Vimos a numerosos niños dirigirse a las escuelas con uniformes impecables a pie, en bicicletas o en motos con sus padres.
La basura de las calles y aceras es recogida por viejitas famélicas, las cuales barren y depositan lo que recogen en grandes carretillas de metal, las cuales apenas tienen fuerzas para empujarlas. Te parte el Alma verlas.
Nuestra excursión fue perfecta para quienes desearan una incursión en los principales lugares de interés de la ciudad, y poder apreciar una parte de su inmenso patrimonio histórico y cultural.
Dejamos el puerto en autocar y empezamos nuestro recorrido panorámico por la ciudad desde Pettah Bazar. Colombo, como tantas otras capitales de países en vías de desarrollo, está cambiando de aspecto a gran velocidad: los edificios más antiguos se apresuran a dejar espacio a los rascacielos y a construcciones claramente más modernas. El alma renovada de la capital se alterna con barrios más antiguos en los que todavía reina la tradición.
Nos detuvimos en el barrio de Cinnamon Gardens para sacar algunas fotos, antes de continuar rumbo al palacio del antiguo Parlamento, en el barrio del Fuerte, el cual fue construido inspirándose en el Capitolio de Washington.
Continuamos el recorrido en dirección a la Catedral de Santa Lucía, la cual es una iglesia sin nada especial, en su escalinata había una señora acompañada de una niña, ambas con unos ojos negros espléndidos, que pedían limosnas. Visitamos también el templo budista de Gangaramaya, de gran belleza y riqueza. Está rodeado por un jardín donde abundan las orquídeas, lo cual me hizo pensar en mi amada madre y en mi Amiga del Alma Celita, que allá en el jardín de su residencia en la lejanísima Miami, las cultiva. Para visitar el templo hay que descalzarse y ponerse calcetines.
A continuación, estuvimos en el Viharamahadevi Park, donde se encuentra una gigantesca estatua de Buda cubierta de oro.
Seguidamente, hicimos la visita al célebre Museo Nacional de Colombo, enorme inmueble colonial blanco rodeado de jardines. Pudimos observar de cerca las piezas del periodo colonial inglés, y también las pinturas, esculturas, máscaras y trajes que testimonian las costumbres de las tribus locales. En ese momento había una escuela de visita, los niños estaban uniformados de blanco y con corbatas. Dos de las jóvenes acompañantes musulmanas, le pidieron a mi esposa si se podían sacar una foto con ella, lo cual lógicamente ella aceptó. Entonces yo les pedí permiso para sacar también una foto a las tres. Aceptaron con una gran sonrisa. Esta foto y todas las demás las puedes ver en mi página de de Facebook.
Recorrimos el grandioso Templo de Kelanya. Numerosas familias oraban frente a las diversas capillas o en el interior de ellas. Había un ambiente muy místico. Una familia invitó a mi esposa a rezar con ella y le ofrecieron un puesto junto a una escultura de Buda. Ella no osó negarse y…por la primera vez en su vida rezó a Buda.
Antes de regresar al barco, nos quedó tiempo para hacer una parada dedicada a las compras en una gran tienda donde había muchos trajes y preciosos chales de seda, esculturas en madera, Budas de jade o bronce, muebles con incrustaciones en nácar, etc.
Ya de regreso a bordo, fuimos a merendar al Buffet La Trattoria. Había un señor delante de mí, el cual fue empujado por otro de mi edad, ante lo cual el primero le dijo: “¡Vd. es un mal educado!” No sé si sabes que esa frase es un gran insulto en Francia, pues significa que tus padres no te supieron educar y por lo tanto el insulto se dirige a ellos.
En la mesa en la que nos sentamos había una señora canadiense, de unos 60 años, la cual al saber que éramos cubanos, nos contó varias anécdotas sobre sus vacaciones en Cuba, entre ellas: “Los camareros jóvenes de los hoteles de Varadero varias veces me han enamorado y hasta propuesto matrimonio, lo cual me provoca risa; les contesto que yo no fui a Cuba a buscar marido y que podría ser la madre o incluso la abuela de ellos. A partir de ahí no insisten.”
También nos contó: “He visto como cubanos que se hospedan en los hoteles llenan los platos de comida en los Buffets de los restaurantes y después los vacían en bolsas plásticas que esconden bajo las mesas”.
Un grupo de policías indios subió a bordo para el control de pasaportes de todos los turistas, pues al día siguiente desembarcaríamos en territorio de La India.
Hacia las 6 p.m., con +28°c., zarpamos del puerto de Colombo para dirigirnos hacia Marmugao, distante 669 millas náuticas, navegando por el Golfo de Mannar con rumbo occidental. Admiramos el espléndido Crepúsculo que comenzó a las 6 y 25 p.m. desde el balcón de nuestro camarote.
Fuimos a tomar el aperitivo al Grand Bar Piazza Navona, en el que pudimos conversar con una señora catalana encantadora. Sobre la situación política en Cataluña, su opinión coincide con la de mi gran amigo profesor universitario Jordi, que ya te envié el mes pasado. Ella es independentista, pero no cree que haya una solución cercana a la situación que cada día se complica más.
El Ristorante Tivoli nos ofreció esa noche una cena dedicada a la cocina de Sicilia.
Estamos ante damas y caballeros que pasean por un naranjal mientras el sol se filtra con discreción entre las hojas, en un lugar impregnado del aroma de la bergamota, el jazmín y el limón. El ritmo lento de una tierra antigua y llena de influencias que han hecho que sea inmortal, inmutable, eterna. En esta situación, percibimos el espíritu italiano, por un lado indolente y genial, por el otro capaz de rebelarse profundamente ante quien intenta someterlo.
Esta fuerza, casi rebelde, se expresa también en platos como los espaguetis con anchoas, piñones, uvas pasas y pan tostado; en las verduras a la plancha marinadas con orégano; o en el macco de habas enriquecido con aceite dorado, la mezcla perfecta de dulce y salado, de equilibrio y vértigo.
Nuestra cena consistió en:
-Arancino de patatas con relleno de carne sobre crema de queso Pecorino.
-Spaghetti con anchoas, pasas, piñones y pan tostado.
– Rollo de lubina relleno de pan y pasas, servidos con caponata Siciliana y cebollas agridulces.
– Mousse de fresa con crema de Mascarpone y compota de fresa.
– Vino Nero d’Avola Cusumano.
Como cada noche, fuimos al Aperitivo musical del Dúo Fiesta en el Foyer Bar.
El Espectáculo “Canciones en el Cielo” del Teatro Colosseo, consistió en un recital interpretado por la bellísima voz de Simone Baldazzi, de la ópera all’Ever Green.
Al terminar el espectáculo fuimos al Grand Bar Piazza Navona a la fiesta ¡Bailamos con los Maestros Latin Dancers!
Terminamos la noche en Il Salone Puccini con la Inclusion Band y su “Especial Música Country”.
Salimos a pasear por la terraza que da a la proa del barco. Es siempre impresionante el océano de noche bajo un cielo repleto de estrellas.
La vida es tan hermosa… ¡Qué lástima que sea tan corta!
Te deseo una Semana Santa con paz, salud y serenidad.
Un gran abrazo desde estas lejanas tierras allende los mares,
Félix José Hernández.